No es necesario destacar que desde el siglo XIX hasta nuestros días, la sexualidad ha experimentado toda una revolución y unos cambios impensables par aquella época.

Lo primero que hay que destacar, es la discriminación que la mujer sufría en el siglo XIX, que aún continúa en nuestros días, pero se han obtenido importantes y significativos avances. En el siglo XIX, la mujer estaba completamente sometida a la voluntad del sexo masculino. Las mujeres eran consideradas pecadoras y la Iglesia llegó a considerarla como un ser inferior, proclive a los placeres y venganzas, por lo que su libertad debía ser restringida.

A mitad de siglo, y con este ambiente tan represivo, fue cuando las mujeres decidieron unirse para luchar por la emancipación de su sexo, naciendo los primeros movimientos feministas que pretendían conseguir la igualdad con el sexo opuesto.

La doble moral que existía en la época, permitía al hombre mantener relaciones sexuales extramatrimoniales mientras que se las prohibía tajantemente a la mujer. Era obligación de la mujer cumplir puntualmente los requisitos sexuales del hombre, a ella se le consideraba un mero instrumento de placer, que no debía sentir nada cuando mantenía una relación sexual. Si una mujer manifestaba su deseo sexual o experimentaba placer, era considerada una descarriada, indigna de su marido e hijos. Era totalmente imprescindible llegar virgen al matrimonio, si no, podía ser repudiada por su marido.

Las enfermedades de trasmisión sexual estaban a la orden del día, algunas, como la sífilis y la gonorrea, eran adquiridas por los hombres que acudían frecuentemente a los burdeles para mantener relaciones sexuales extra conyugales y posteriormente, infectaban a sus mujeres causándoles un gran sufrimiento. Obviamente, la homosexualidad estaba considerada como una degeneración de la persona y por ello era duramente castigada, incluso con penas de cárcel.

Al surgir el movimiento feminista, el cual pretendía equiparar la libertad sexual entre hombres y mujeres, hubo muchos sectores de la sociedad que intentaron asociar a las feministas con las lesbianas, procurando apartarlas y considerándolas degeneradas.

En resumen, el siglo XIX el sexo y hablar sobre él, era considerado un tema tabú. El factor dominante en las relaciones sexuales era, debido al fuerte arraigo del machismo en la sociedad, el sometimiento total de la mujer a los deseos y caprichos del hombre. Estos factores, a lo largo del siglo, irán sufriendo unos tímidos cambios, ya que tras el surgimiento del movimiento feminista las mujeres empiezan a reivindicar su igualdad frente a los hombres y estas se empiezan a liberar de numerosos prejuicios que irán evolucionando hasta nuestros días.

Por Anne Griza
Sexóloga