Podemos entender como mito a una creencia que no está fundamentada científicamente y que es errónea, paro que se ha extendido de tal manera a través de personas y generaciones que una gran mayoría le dan crédito sin ningún tipo de dudas.

En el terreno sexual las cosas no podían ser diferentes, por lo que a lo largo de la historia han ido surgiendo un numeroso grupo de mitos sexuales, de los cuales algunos aún perduran en nuestros días.

En el siglo XIX, la masturbación era algo que se relacionaba con enfermedades y locura, se trataba de algo inmoral y sucio que era fuertemente condenado que debía ser castigado.

La homosexualidad era también tratada como una grave enfermedad y perversión, creencia que perduró también durante el siglo XX y en casos muy extremistas hasta nuestros días.

Eran muchos los que creían en el siglo XIX, que el placer sexual estaba destinado exclusivamente a los hombres, por que también era tratada como desviada la mujer que expresaba cualquier tipo de deseo sexual, ya que el único fin que las relaciones debían tener para ella era el de la procreación.

También eran consideradas como patologías, las fantasías sexuales, sobre todo en las mujeres.

Otra creencia extendida era el que en un hombre, cuanto más largo fuera el pene, mayor sería su virilidad y que el tamaño estaba íntimamente relacionado con la capacidad de dejar a la mujer embarazada.

El pecho grande en una mujer les daba a entender que esta tenía una mayor disposición sexual, así como mayor capacidad para criar a sus hijos.

Se veía como una aberración el realizar el coito durante la menstruación, ya que la sangre del periodo se consideraba impura y se asociaba a una enfermedad.

Había muchas personas que creían que cuando una mujer había sido violada, era porque con su actitud y descaro lo había provocado ella misma.

Son innumerables los mitos sexuales que había en el siglo XIX debido, sobre todo, a la escasa educación sexual que se recibía. Afortunadamente, con el paso del tiempo muchos de estos mitos sexuales han ido cayendo por su propio peso, aunque todavía hay algunos que perduran entre las personas menos informadas o con mentes más estrechas.