El sexo en la antigua roma puede definirse como promiscuo, es decir, existió una gran libertad para que sus ciudadanos vivieran la sexualidad de la mejor forma que les pareciese.

Lo primero que hay que destacar, es que la homosexualidad no era condenada, de hecho, tenemos referencias ciertas de que muchos de los emperadores eran o mantenían relaciones homosexuales. Pero dentro de estas prácticas homosexuales existían unas reglas muy precisas, por ejemplo, en la pareja siempre había un amo y un sometido. Los sometidos, eran generalmente jóvenes de clase social inferior e incluso esclavos. En las relaciones, el amo no debía ser penetrado, practicar felaciones, jamás besar...

Existía una gran promiscuidad fuera del matrimonio. Ser esposa, tenía más que ver con el status social que con el placer y las costumbres dictaban que el hombre casado podía mantener tantas relaciones sexuales como quisiera, con otros hombres.

Los romanos más poderosos que poseían esclavos, podían destinar una parte de estos para el sexo, independientemente de la edad que tuvieran y de su sexo.

La gran “libertad sexual” existente en la antigua Roma, estaba relacionada con el amplio desarrollo de la prostitución. Las prostitutas se inscribían en un registro y eran educadas para el placer y la conversación.

Los lugares favoritos para el ejercicio de la prostitución eran los baños y posadas, donde era ejercida tanto por hombres como por mujeres. También las mujeres de las clases más elevadas acudían a los prostíbulos para mantener relaciones sexuales con chicos jóvenes y bien dotados.

Había prostitutas que ejercían por puro placer y eran hijas de las familias más nobles del imperio, entre ellas podemos citar a Julia (hija de Augusto), Agripina, Mesalina (que aún siendo la esposa del enperador, mantenía relaciones sexuales con cientos de súbditos)...

El amor era visto como algo ridículo que disminuía la capacidad de pensamiento racional. Un matrimonio nunca se besaba en público porque resultaba algo indecente y nadie exigía a las esposas romanas que no recibiesen visitas libremente, aunque las mujeres debían mantener una serie de códigos morales y sociales determinados...

En resumen, podemos decir que la antigua sociedad romana, aunque sí estaba regida por unas normas de conducta y ética determinadas, era una sociedad bastante promiscua y liberal, donde las relaciones sexuales fuera de la pareja eran consideradas totalmente normales y donde, para los ciudadanos libres, existía una gran libertad sexual.

Por Kelly Cristine Barbosa Cherulli
Sexóloga